Son las 9 de la mañana de un día cualquiera. Entro en el despacho de mi jefe y le digo toda seria: » Tenemos un problema». Levantó la cabeza de los papeles que estaba leyendo y sonriéndome me dice: » Ah, quieres decir que tenemos una situación interesante«. Me desarmó con su respuesta. El problema se ha desvanecido, ó más bien la presión sobre la situación ya que ha pasado a ser sólo una situación que requirere de una solución.
Parece mentira como una etiqueta puede influir tanto en nuestro lenguaje y lo cierto es que influye y mucho más de lo que podemos llegar a creer.
Debo reconocer que tendemos a usar mucho la palabra «problema» en el ámbito laboral y más en los tiempos que corren. ¿qué empresa no tiene hoy en día problemas de lo que sea?. Es algo tan habitual que ya ni nos paramos a descubrir de qué tipo de problema estamos hablando. Es un problema y punto. No hay nada más que hablar y requiere de una intervención rápida.
Sin embargo una gran parte de esas situaciones que hemos etiquetado como «problemas» no llegan a serlo. Son situaciones que requieren de nuestra atención, pero que tienen una solución más ó menos sencilla. El problema viene cuando la situación se complica o necesita de una respuesta compleja.
A la etiqueta, además, le solemos acompañar de una serie de emociones que podrán ser negativas o positivas dependiendo de la etiqueta que hayamos usado. Con lo que en numerosas ocasiones son casi más peligrosas las emociones asociadas a la etiqueta en sí que la situación.
Recuerdo que hace algún tiempo estuve trabajando en un proceso de coaching con un mando intermedio de una empresa. Lo que me llamó la atención de esta persona, en las primeras sesiones, era la cantidad de veces que salía la palabra problema en su vocabulario. Parecía que TODO eran problemas. Había pocas cosas que funcionasen adecuadamente, según él.
Además, su fisiología cambiaba cada vez que pronunciaba la palabra problema: solía encorvarse en la silla, las facciones se volvían rígidas y solía resoplar a la hora de hablar. Realmente se notaba que para él eran problemas importantes y lo pasaba mal; es decir, sus emociones acompañaban su estado.
En una de las sesiones se me ocurrió contar el número de veces que había dicho la palabra problema. En cuestión de menos de una hora la había pronunciado cerca de 10 veces. Cuando se lo mencioné, esta persona tenía la sensación de que sólo lo había dicho ¡un par de veces ó tres como mucho!. Hasta ese punto llegamos a no ser conscientes de cómo nos influye lo que decimos.
Uno de los inconvenientes de etiquetar como un problema una situación, es que solo por el hecho de pensar en ello como tal ya es suficiente para que se activen las emociones asociadas y para que, por lo tanto, influya en nuestra conducta.
La forma de trabajar estas situaciones es bien sencilla: si cambias tu pensamiento, cambiarán tus emociones y tu conducta. Y si cambias tu conducta, cambiarán tus emociones y lo que piensas. Al final es como un círculo que se retroalimenta ya que lo que haces ó piensas influye en lo que piensas ó haces y por lo tanto en tus emociones.Le propuese analizar esas situaciones y explorar qué era para él un problema y qué situaciones no lo eran. De esta manera se dio cuenta de qué situaciones eran realmente un problema y cuales eran sólo «situaciones interesantes». Incluso cuando etiquetaba una situación como un problema, podía cambiar la denominación cambiando algunas de sus conductas como, por ejemplo, mostrar empatía y comprensión a sus colaboradores en vez de demostrar a todo el mundo que estaba malhumorado porque sus colaboradores no habían resuelto una situación compleja.
¡¡Y es que la vida es una situación interesante!!.
¡¡Y es que la vida es una situación interesante!!.
Que razón tienes si nos dedicáramos a ver la vida desde otro punto de vista creo que todas las empresas producirían mas y mejor, los empleados redirían mas y a los responsables les darían menos infartos.
Hola Jesús:
Gracias por tu comentario. Si que es verdad que parece que nos falta cierta perspectiva a la hora de ver las situaciones. Nos solemos empeñar en verlo desde un único punto de vista cuando hay varios. Y eso resulta un poco limitativo.
En el fondo es sencillo cambiar la perspectiva. Sólo hace falta querer y hacer algo diferente. Algo que a las personas nos suele costar: cambiar.
Gracias por pasarte.