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Despídeme, pero hazlo con cariño

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Hace unos años años me despidieron.

Ese despido me marcó en muchos sentidos, no solo porque me hizo replantearme muchos aspectos de mi carrera profesional sino por la manera en la que a partir de ese momento afronté los despidos que yo hice en los siguientes años, que desafortunadamente fueron muchos ya que empezaba la crisis económica.

Recuerdo aquel despido como si fuese ayer, no solo por el impacto que me supuso, sino por la manera en la que se hizo: fue rápido, frio, aséptico e indoloro para el que lo hizo. Sin alma, sin emociones.

Supongo que la persona que me despidió se quedó muy tranquilo después de hacerlo ya que no demostró tener ni una mísera pizca de empatía mientras yo luchaba porque mis lágrimas no asomasen y por tratar de entender qué era lo que estaba pasando, cuando hacia tan solo unos meses que me habían contratado prometiéndome el proyecto de mi vida.

Con el tiempo he podido analizar desde la distancia lo que supuso ese despido para mí y si hay algo que tuve claro que es que los proyectos empiezan y acaban y eso es algo que forma parte de la dinámica empresarial.

Pero lo que más me costó entender fue esa frialdad con la que me lo transmitieron, el que la persona que me comunicó la noticia no fuese capaz de mirarme a los ojos mientras me lo decía, que me dejase la documentación encima de la mesa sin más explicación o que me invitase a recoger mis cosas y me marchase lo más rápido posible como si acabase de atracar un banco.

Reconozco que hacer un despido es la parte más desagradable del trabajo de los que nos dedicamos a los Recursos Humanos.

Sin embargo es una de las tareas más cruciales dentro del área de Recursos Humanos por varias razones:

Pensamos en el que se va ¿y qué pasa con los que se quedan?

  • Un mal despido puede ser un dolor de cabeza enorme, no solo por la posible trascendencia que puede tener a nivel legal sino por el impacto que supone entre los que se quedan. En la última empresa en la que trabajé este aspecto nos preocupaba mucho, no solo por cómo podía quedarse a nivel emocional la persona que se marchaba sino, sobre todo, por cómo se quedaba la gente que todavía permanecía en la empresa. Los siguientes días a la realización de un despido nos gustaba estar muy en contacto con la gente, preguntarles cómo estaban, cómo se sentían, cómo llevaban la marcha de un compañer@ y no solo cómo iban a repartirse las tareas que se quedaban pendientes por la ausencia de esos compañer@s.

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Una mala salida de la empresa tiene consecuencias en la imagen de tu organización:

  • Hoy en día y con las redes sociales es sencillo que una persona que acaba de ser despedida decida compartirlo con su comunidad y contar cómo lo ha vivido. Lo que es innegable es que un despido nunca es plato de gusto para nadie pero hoy en día asumimos con bastante normalidad que esas situaciones puedan darse. Los trabajos no tienen esa condición de permanencia de hace unos años y rara es la persona que no ha tenido un despido en su trayectoria laboral. Ahora bien, nuestra responsabilidad como profesionales de Recursos Humanos es la de que esa ruptura laboral sea lo más suave posible. Tampoco  hay ninguna necesidad de dejar damnificados por el camino que luego terminarán convirtiéndose en enemigos de la marca de tu empresa. ¿Te imaginas qué pueden pensar potenciales candidatos cuando leen por las redes cómo se han sentido trabajadores que han tenido que salir de la empresa por un ajuste de algún tipo? muy posiblemente si la experiencia no es positiva no piensen en ti como una empresa atractiva para trabajar. La forma en la que despides habla de tu empresa y mucho y forma parte de la marca de esta.

¿Y si quisieses volver a contar con esa persona a la que tienes que despedir?

  • Teniendo en cuenta que muchos de los ajustes que se han tenido que hacer se han debido a cuestiones económicas u organizativas, no es tan descabellado pensar que pasado un  tiempo la empresa se planteé volver a contar con esa persona de la que tuvo que prescindir un tiempo atrás. Al fin y al cabo no deja de ser una manera sencilla y económica de volver a tener en tu empresa personas que conocen muy bien el funcionamiento de esta. Si el paso de esa persona ha sido positivo así como su desvinculación, ¿por qué no valorar esta posibilidad? el problema está en que la mayor parte de los despidos que se han hecho en los años de crisis económica han sido duros, carentes de emoción y, en ocasiones, tratando a los trabajadores como si fuesen apestados por el hecho de haber sido señalados para dejar la empresa. En esas condiciones pocas personas podrían plantearse volver a su antigua organización teniendo en cuenta cómo se les trató.

¿Se puede despedir con cariño?

Durante mucho tiempo me pregunté si se podían combinar dos cuestiones aparentemenate tan opuestas.

Y la respuesta para mi es un rotundo .

Sí, se puede despedir a alguien sin hacerle más daño de lo que ya supone tener que dejar la empresa y que su autoestima salga más o menos entera.
Sí, se puede despedir a alguien y conseguir que te de las gracias por hacerlo como lo has hecho, respetándolo y consiguiendo que esa persona se sienta orgullosa cuando cierra la puerta por última vez de haber trabajado en tu empresa.

Cómo hacer el proceso de despido más agradable

  • Mírale a la cara a la persona a la que se lo vas a comunicar. Pese a que la situación es difícil hazle saber que estás ahí.
  • Empatiza con el estado emocional de la otra persona. Sé comprensivo y respeta los tiempos. Hay personas que necesitan unos minutos de silencio y que simplemente estés ahí con ellos. Otros solo necesitan hablar y entender la situación.
  • Ofrecete a ayudarles: muéstrate colaborador a la hora de darle información sobre dónde buscar empleo o sobre cómo redactar un currículum… cualquier ayuda en ese sentido será bien recibida. Y aunque al principio no parezca que sea su principal preocupación, pasados unos días, por mi experiencia,  contactarán de nuevo para que les refresques todas esas opciones.
  • Sé cercano/a, accesible y humano: no hay nada que ayude más a alguien que acaba de ser despedido que encontrarse en frente a una persona que se muestra totalmente accesible y cercano. Son momentos de desconcierto y posiblemente tú serás su principal referencia en esos momentos. Ayúdale a que el trance sea más sencillo.
  • Preocúpate por su autoestima: muéstrale sus puntos fuertes e indícale aspectos a mejorar desde una perspectiva positiva. Oriéntale y ofrécele alternativas para mejorar su perfil profesional.

Y sobre todo, hazlo con cariño

Isabel Iglesias

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Comentarios (17)
  1. Eva Martínez Amenedo 7 años atrás

    Muy buena reflexión Isabel. Me has recordado una experiencia que viví nada más empezar a trabajar, había que notificar un fin contrato a una persona discapacitada (tras llevar tres años en la empresa), nadie quería poner el cascabel al gato así que me tocó a mi, por ser la más nueva en el Departamento. Era la primera vez que me tocaba hacer algo así y lo pasé peor que el pobre trabajador, me temblaba todo. Lo que más me impactó es que cuando a la semana siguiente el trabajador vino a por el finiquito me trajo una caja de bombones en agradecimiento por cómo le había tratado en ese momento. Te aseguro que no lo he podido olvidar nunca. Lo mismo que tampoco olvidaré la frase que hace un tiempo me dijo un trabajador en una conciliación: Las empresas no tienen corazón. Los que nos dedicamos a esto no dejamos de ser personas, aunque tengamos que lidiar con estos trances, y es fundamental recordar lo que sabes que yo siempre digo: que desde relaciones laborales también se gestionan emociones. Un abrazo y enhorabuena por el post.

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    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Gracias de corazón amiga por el comentario y por compartir con todos tu experiencia.
      Me encanta ver que, no solo es mi manera de pensar y de hacer las cosas, sino que hay personas que lo han puesto en práctica y que han tenido resultados positivos como en tu caso.
      Isabel

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  2. Puri 7 años atrás

    Muy buen artículo Isabel, no puedo estar más de acuerdo contigo.
    Como tú bien dices, cuando se despide de malas maneras a un empleo, el resultado de esa acción contamina a la marca en cuestión. Hay que cuidar la imagen que queremos dar a nuestro alrededor, y no tan solo de cara a tus clientes, sino de cara al tus empleados. Ellos son el motor sin el cual la empresa podrá llegar a sus metas.
    Sigue así y que nada ni nadie cambie tus principios.
    Te deseo un buen comienzo de semana.
    ¡Saludos!

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    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Gracias Puri por pasarte por el blog y por tu comentario.
      Parece mentira cómo algo tan sencillo puede tener un imapcto tan negativo.
      Isabel

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  3. María Juanes 7 años atrás

    Un post muy bueno Isabel!! estoy totalmente de acuerdo hacer lo más agradable posible ese momento doloroso como es el despido. Gracias por compartir un saludo

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  4. Francisco J. Marco 7 años atrás

    Magnífico artículo que debería ser «de cabecera» para muchos responsables de RRHH. Enhorabuena

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  5. Recotalent 7 años atrás

    Reblogueó esto en RECOTALENT.

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  6. teresa 7 años atrás

    Enhorabuena por tu post. Yo lo he vivido por ambas partes. He sido despedida, mal despedida y he tenido que despedir a otros por mi trabajo en RRHH. La clave siempre está ahí en la empatia y el respeto. Yo tuve que cerrar una tienda de sopetón y no sólo se quedaron a ayudarme sino que luego fuimos a comer. Las trabajadoras solo querían ser tratadas con respeto y transparencia. No hay nada peor que la opacidad y la frialdad de algunos «profesionales» pero bueno como dice mi madre nadie escarmienta en cabeza ajena; a lo mejor esos profesionales necesitan pasar por esa experiencia para mejorar.

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    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Gracias Teresa por tu comentario.
      Completamente de acuerdo contigo. El que haya que despedir es algo cosustancial a la dinámica empresarial. Ahora bien, hay muchas maneras de hacerlo y es evidente que no siempre se hace de la forma más adecuado.
      Isabel

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  7. omar 7 años atrás

    Revelador artículo.
    Al respecto, me viene en mente un antiguo cuento oriental que iba sobre un samurái. Cuenta la historia de un sujeto respecto del cual la vida no fue generosa, mas el destino quiso que un señor feudal se cruzara en su camino. Le había salvado. Ulteriormente, el protegido, se convertiría en un guerrero, presto a servir a aquél. Con los años, y en aras de lo que podría considerarse un «bien superior», dicho señor tuvo que decidir sobre su vida. Poco le importaba al samurái que su señor hubiera de sacrificarlo, pues, a la postre, le había salvado en su momento.
    Extrapolable, o no, al caso que nos ocupa, cada cual juzgue como tenga a bien. Mas, a título personal, cabría trasladar parte de dicha lección: aunque el despido pueda ser un momento doloroso, dependiendo de cómo haya sido el trato de la empresa, uno bien podría pensar «me dieron la oportunidad en su momento, y hasta ahora he sido valorado como tal, pese a que circunstancias mayores obligan a esta decisión de empresa».
    En efecto, cuanto menos, en lo que a la experiencia de un servidor respecta, tanto íntimos como extraños que fueron despedidos de su empresa de toda la vida todavía guardan un grato y feliz recuerdo, pese al «shock» que supuso a la sazón la comunicación del despido. Sin resentimientos ni rencores. Precisamente, por las razones anteriormente apuntadas.
    En ocasiones, como muy bien apuntan por ahí, se suele decir que las empresas «no tienen corazón». A este respecto, y desde la más estricta opinión personal, más que remarcar la «ausencia de corazón» pondría el acento en los «actos sin corazón innecesarios».
    Por cuanto, una cosa es que la empresa deba adoptar decisiones, incluso impopulares, desde la lógica fría y racional empresarial, y otra, muy distinta, son determinadas manifestaciones de ese ejercicio de poder que en humilde opinión resultan tan innecesarias como dañinas. A título de ejemplo: instrumentalizar el miedo del despido para «incentivar» al personal; la falta de transparencia en lo que respecta a asuntos de trascendencia (como el despido) que, si bien su decisión final corresponde a la empresa, el trabajador tiene derecho a conocer en la medida en que le afecta; la tendencia de ciertos jefes de aprovechar el momento de la comunicación del despido como una oportunidad para demostrar su «poderío» mediante la humillación, etcétera.
    Así las cosas, puestos a despedir, la pregunta que surge es ¿puesto que el desenlace va a ser el mismo, qué aporta hacer (innecesariamente) más dolorosa la agonía?.¿qué cuesta ser honesto y hablar las cosas con naturalidad? ¿qué cuesta agradecer a un empleado sus años de leal servicio a la empresa?, etc.
    A veces da la impresión que muchos jefes y «jefecillos» tienen como modelo al «ejecutivo agresivo americano»
    , y al respecto tratan de imitarlo (de un modo cutre, la verdad sea dicha -a veces da hasta risa-). Pensando, quizás, que aplicando este estilo de dirección se es «mejor directivo».

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    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Gracias Omar por pasarte de nuevo por el blog.
      Pienso que nos falta todavía cierta cultura empresarial.
      El que una persona tenga una empresa no lo convierte en empresario. Hace falta saber gestionar personas también.
      Isabel

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  8. Susa 7 años atrás

    Gracias Isabel y resto de comentaristas. La respuesta es SI, se puede y además se DEBE. Es uno de los momentos donde los profesionales de Recursos Humanos debemos ser más HUMANOS y ser un RECURSO como ayuda para la persona que tenemos en frente; que seguro que tiene su corazón triste y azorado. La verdad que el premio es que cuando lo hacemos recibimos MUCHÍSIMO más de lo que damos SIEMPRE.

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  9. josep ferro 7 años atrás

    Cierto.
    Durante la precrisis i la crisis a mi me tocó despedir a varias personas. Más de 30. Una por una. Yo no estaba formado, ni siquiera me dieron un manual. Aun asi, la empresa me endosó este papelón. Yo era el jefe directo, y por tanto tuve el «privilegio» de ejercer esta responsabilidad. Soy incapaz de recordarlos todos, y sin embargo estoy seguro que el 100% de los afectados recordarán perfectamente ese momento, que fue “su momento”, el resto de su vida.
    Despidiendo personas aprendí muchas cosas. Cuando despides a uno que crees que lo merece te sientes doblemente bien, porqué te quitas a un bicho y porqué das buen ejemplo al resto. Cuando toca reducir y se las carga un “inocente”, es una mala jugada para todos. Y ciertamente, hay que poner cariño, y yo diría más, hay que prepararlo. Es fundamental prepararlo muy bien.
    Hace poco me han despedido a mí, después de muchos años en la empresa. Mi sensación? Se escondieron todos y fue el CD el que se encargó de comunicármelo. Se tapó la nariz y como el que se tira a una piscina de agua fría. 3, 2, 1 y salto. Se lo quitó de encima en pocos minutos. Algunos creerán que me lo merezco y otros se han quedado sorprendidos de la decisión. En cualquier caso, durante el acto del despido tuve la sensación que el que más sabía de aquello era yo. Qué pena. Y pocos se hacen a la idea de cómo sales de ahí, de cómo sales a la calle y te pones a andar sin rumbo, te miras el teléfono y no sabes bien a quien llamar, mandar un whapp,… y qué decir. Es horroroso.
    Y nada que decir de los pasos posteriores, conciliación, etc, con el genio de RRHH. Si además le pagan, ellos sabrán.

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    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Vaya Josep! menuda situación.
      Lamento mucho lo que te ha pasado.
      Solo espero que puedas encontrar tu camino lo antes posible y que si te vuelves a ver en la situación de despedir, recuerdes cómo lo hiciste cuando nadie te enseñó pero que tu sentido común te dictó.
      Gracias por pasarte por el blog!
      Isabel

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