Hace poco una persona me preguntaba los motivos por los que le resultaba tan difícil poder replicar conductas que había visto en otras personas con muy buenos resultados, pero que cuando trataba de imitarlos esos buenos resultados no se producían. Y no sólo eso sino que, incluso, a veces conseguía el efecto contrario.
A este tipo de técnicas de imitación, se les llama modelar. Y es una de las habilidades más frecuentes que usamos las personas de manera inconsciente.
¿Quien no ha tratado en algún momento de imitar algo que ha hecho otra persona esperando tener esos mismos resultados?
Incluso nosotros mismos nos automodelamos ya que tratamos, a veces con más éxito que otros, de replicar esas conductas que nos han salido bien en el pasado.
Es posible que en algún momento te hayas escuchado a tí mismo decirte frases del estilo «¿por qué unas veces me funciona y otras no?» o » no se qué puedo hacer mal para que no me salga todas las veces como quiero».
Este tipo de situaciones suelen ser bastante desconcertantes para las personas, ya que nos genera la sensación de falta control sobre nuestros propios desempeños.
Es bastante habitual que las personas nos fijemos básicamente en las conductas y los comportamientos que hacemos. Pero nos olvidamos de lo más importante: cómo lo hacemos. Ese pequeño detalle es lo que marca la diferencia a la hora de tener comportamientos exitosos.
Así imaginémonos que nos marcamos un determinado objetivo , como puede ser mejorar nuestra capacidad de escucha activa. Para ello nos podemos marcar una serie de conductas a realizar, como pueder ser asentir con la cabeza, repetir algunas frases para que nuestro interlocutor vea que le estamos escuchando activamente…. Este tipo de conductas son mecánicas y en realidad no se diferencian en nada de lo que puede hacer otra persona.
Lo que en realidad marca la diferencia es la manera en la que llevamos a cabo esas conductas; es decir, cómo lo hacemos.
Así, no es lo mismo asentir con la cabeza con desgana que hacerlo con una sonrisa y mirando a los ojos a nuestro interlocutor, por ejemplo.
O repetir algunas frases mostrando verdadero interés en lo que dice la otra persona a hacerlo de forma lacónica y con desinterés.
Y sin embargo, este «pequeño» detalle solemos pasarlo por alto y no darle la importancia que se merece.
Nuestra forma de hacer las cosas se ve influida por multitud de aspectos, como pueden ser nuestros valores, creencias, juicios, opiniones……... Y además suelen modificarse y evolucionar con el tiempo.
Es por ello que, cuando alguna de las personas con las que trabajo en coaching, me cuenta una situación donde el resultado ha sido exitoso, le invito a que exploremos cómo ha llegado a producirse. Y para ello partimos de 3 sencillas preguntas:
- Qué hago
- Cómo lo hago
- Por qué lo hago
El hecho de que la persona descubra cómo ha llegado hasta ese resultado produce seguridad e incrementa el autoconocimiento de ésta.
Y por lo tanto, multiplica las posibilidades de que ese comportamiento pueda reproducirse ya que se conocen los mecanismos para llegar hasta ahí de nuevo.
En ocasiones podemos caer en la tentación de pensar que los resultados nos llegan por arte de magia, cuando en realidad es preferible pensar que cada uno de nosotros tiene la llave para acceder a ello todas las veces que quiera. Sólo hace falta conocerlo.
Si quieres ser uno mas, céntrate en lo que hacen. Si quieres ser algo más, fíjate en cómo lo hacen .
Isabel Iglesias