ética profesional
Recursos Humanos

Vendo humo, ¿quieres?

Por

A raíz de la publicación de varios artículos en estos últimos días sobre lo que está sucediendo con la empres Job & Talent, donde se pone de manifiesto la situación de algunos ya ex-empleados que tan solo han sido trabajadores durante unos pocos días tras fichajes estratosféricos debido a la necesidad de reducir drásticamente la plantilla, he recordado una situación que viví hace varios años muy similar en una empresa al inicio de la crisis.

Hace varios años contactaron conmigo para ofrecerme participar en un proceso de selección para una de las empresas más importantes en esos momentos en Alicante. La empresa llevaba ya un tiempo con una carrera fulgurante en el sector de la construcción y era conocida por fichar a golpe de talonario con lo que reconozco que me sentí muy halagada que hubiesen pensado en mi.

El proceso fue muy sencillo y rápido. Era verano y querían cerrarlo antes de irse de vacaciones. El Director de Recursos Humanos venía de una multinacional en Madrid y había puesto encima de la mesa una serie de condiciones. Una de ellas era la de poder crear su propio equipo con las personas que él eligiese.

Y ahí me encontré yo participando en un proceso de selección donde lo que me plantearon era casi como que me tocase la lotería sin necesidad de comprar un décimo.

Finalmente fuí la persona elegida y me incorporé al Departamento de Recursos Humanos convencida de que había tomado la mejor decision de mi vida, pese a que había dejado mi empresa anterior en la que llevaba 2 años. Al fin y al cabo no pasa un tren así todos los días.

Lo cierto es que todo parecía maravilloso. Demasiado como para ser cierto pero el envoltorio era demasiado bonito como para pensar que dentro de él no había absolutamente nada.

Y la realidad es que dentro no había nada más que humo que se esfumó en cuanto abrí el papel que lo envolvía.

A los 3 meses, la Dirección General decidió que el Departamento estaba sobredimensionado y prescindió del Director de Recursos Humanos y de mí.

La decisión fue muy difícil de asimilar, lo reconozco.

Pero lo más difícil fue tratar de entender el porqué del engaño.

Engañada por el Director General que había contribuido a esa farsa acogiéndome y contándome lo maravilloso que era trabajar en esa empresa y lo que iba a suponer para mi carrera profesional.

Engañada por el que era el Director de Recursos Humanos por venderme algo en lo que ni siquiera él mismo creía pero que aún sí participó de forma consciente en el engaño para conseguir su objetivo.
ética profesional
 

¿Dónde se ha quedado nuestra ética profesional?

Recuerdo perfectamente una conversación días después del despido con la consultora que me había contactado para ese proceso donde me decían que estaban muy sorprendidos por la decisión ya que al fin y al cabo ellos eran los que habían dado la cara de alguna manera por la empresa, vendiéndome un proyecto que el tiempo demostró que no había existido o que simplemente era humo.

No quiero ni pensar qué pasará por la cabeza de esos profesionales de Recursos Humanos cuando piensen en todo aquello que le dijeron a las personas que se incorporaron a Job & Talent para convencerlos de que el proyecto merecía tanto la pena como para dejar una prometedora carrera en organizaciones como Twitter o Spotify.

Me resulta inconcebible que haya personas que estén jugando tan alegremente con las carreras profesionales de otros profesionales, que sean capaces de llegar a maquillar y enmascarar una realidad por el simple hecho de seguir manteniendo algo que no es real.

Que no tengan en cuenta que pueden haber profesionales que toman una decisión, en un momento dado, basada en un engaño y que muy probablemente condicionará su trayectoria profesional.

Que duda cabe que cuando uno toma la decisión de aceptar un nuevo proyecto supone que asume ciertos riesgos y que no dejan de ser una apuesta, tanto por parte del candidato como de la empresa. Y nada ni nadie puede garantizarnos que el resultado vaya a ser el previsto. Pero esto no deja de ser algo que todos asumimos en un momento dado y que entendemos que lo que vamos a obtener compensará los posibles riesgos.

Ahora bien, no es mismo tomar la decisión con datos reales a hacerlo con otros que poco tienen que ver con la realidad.

3 cosas que aprendí tras mi experiencia

Como soy de la opinión que todas las experiencias suman, por muy duras o difíciles que sean, hay 3 cosas que aprendí tras aquella experiencia:

  • Ningún trabajo o empresa merece tanto la pena como para tener que mentir o engañar por ellos: desde entones he tenido muy claro que no voy a mostrar una imagen edulcorada o maquillada de una empresa si tengo información de que no es así. Por encima de todo están mis valores y mi ética profesional. Si te has visto que en un momento dado tienes que mentir para conseguir candidatos o que estos acepten una oferta es que hay algo que no funciona bien dentro de esa empresa. Mentir sobre ello solo hará que esa persona se pueda llegar a sentir resentida por tu comportamiento y siendo honestos: a ninguno nos gustaría vernos en esa situación.
  • El envoltorio no lo es todo: hace unos años acepté un trabajo en una empresa que no parecía nada atractiva, ni por el sector ni por otros aspectos. Sin embargo confiaron en mi plenamente y me ofrecieron algo que hasta ahora no lo habían hecho  con más brillo: la posibilidad de desarrollarme a nivel profesional como nunca había podido. Solo por eso mereció la pena mirar más allá del papel que lo envolvía.
  • Si trabajas para una empresa sin alma ni corazón te expones a perderlo tú también: una de las cosas que más me ha preocupado durante mis años como trabajadora por cuenta ajena es la posibilidad de convertirme en aquello que representa la empresa y que no comparto. Al fin y al cabo cuando trabajas para una empresa que hace este tipo de prácticas uno termina por aceptar que es lo habitual y que forma parte de la cultura de la empresa. Y ante eso la única solución posible es la de salir cuanto antes.

Isabel Iglesias

También podría interesarte

Comentarios (11)
  1. Maria Isabel 7 años atrás

    Real como la vida misma Isabel, una lástima por otro lado, casi todas las empresas utilizan el marketing para conseguir a los mejores. Hace poco he visto circular comentarios acerca de lo frustrante que le resulta a muchas personas la plataforma de Infojobs, personalmente llevo más de 1 año probando suerte en ella y no he conseguido ninguna entrevista, ninguna llamada, ninguna interacción..de pena, pero no lo doy por perdido!
    Gracias por el post, Saludos.

    Contestar
    • Tyrone 7 años atrás

      Hola Maria, yo estoy pasando por una situación similar… unos buenos meses en Infojobs y nada de nada. Ahora me estoy preguntando si en realidad ese es el camino. Los humanos tenemos la manía de empeñarnos en seguir en un sentido cuando está más que demostrado que no vamos a encontrar nada por allí.
      Saludos

      Contestar
    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Vaya María Isabel. A mi personalmente no me gusta Infojobs como plataforma para buscar candidatos y no creo que sea una herramienta eficaz para vosotros.
      En las próximas semanas escribiré un post sobre este tema por si te interesa.
      Isabel

      Contestar
  2. omar 7 años atrás

    Buen artículo, cuya principal virtud es tocar un tema quizás menos conocido por el público general: los vende-humos.
    «Personajillos» (pues, llamarlos «señores» sería concederles demasiada consideración) que, me atrevería a decir, tienen dos notas comunes:
    (1) Salen debajo de las piedras, pese a la que ha caído (y todavía continua cayendo) con la crisis.
    (2) Siempre se presentan, bien abiertamente o de modo sutil, como «gurús», cuando no hombres que tienen una gran «idea o proyecto».
    Idea o proyecto respecto del cual, nosotros, tenemos el «alto honor» de ser los elegidos (naturalmente). Algo, dicho sea de paso, que a la luz de vivencias propias y ajenas doy fe de que se ha manifestado en varios sectores (ad. ex. ventas, abogacía, economía, etc.).
    Valga como anécdota la experiencia que sigue:
    – Un empresario de Madrid que (teóricamente) estaba en proceso de constituir una empresa de madalenas. Y cuyo interés era exportarlas a países como UK y Alemania. Recuerdo que reunió a un nutrido grupo de profesionales (a un experto en transporte y logística, otro en comercio exterior, a un comercial de primera, etc., y a un servidor para temas legales internacionales). Todos trabajamos en un primer momento, dedicando nuestro tiempo e ilusión en esta prometedora idea. Pero, cosas de la vida, el «proyecto en ciernes» no parecía arrancar. Estaba paralizado.Ninguna explicación. Luego nos enteramos de que ese «personaje» ni siquiera tenía crédito para financiar el proyecto. Nos dejó tirados. Todo ello de resultas de las molestias ocasionadas en términos de tiempo y dinero (algunos veníamos de otros países y nos costó una «pasta guapa» comprar el billete y reservar hotel).
    Bueno, aún suerte que nosotros perdimos tiempo y dinero. Pero es que hay gente que ha perdido mucho más: han dejado sus respectivos trabajos para, ulteriormente, desempeñar sus funciones en un puesto que, o bien jamás han existido o bien la empresa en el último momento adopta la decisión caprichosa de prescindir de la palabra dada.
    ¿Mi teoría? que la crisis ha tenido muchas consecuencias, además del daño económico y al empleo. Entre otras, el florecimiento de la peor calaña que, de sabiendas de que la gente está desesperada y por tanto tiene la «guardia bajada», no duda en poner la miel en los labios para atraer a incautos y jugar con las ilusiones y las expectativas.
    Después de años encontrándome con toda esta fauna llego a dos modestas conclusiones. La primera, que si la empresa es seria, hará las cosas a la vieja usanza y en consecuencia, el reclutador que entreviste querrá de verdad conocer al candidato y proceder a un examen más diligente. La segunda, como dice la dicha castellana «nadie da duros a cuatro pesetas», y si, con la que está cayendo, un individuo con una «brillante idea de negocio» te designa como su «elegido» y está más preocupado en regalarte el oído recurriendo a frases comodín, directamente desconfía.
    Se puede entender la desesperación de la gente, pero, créanme, unos minutos o días de falsa ilusión no compensan que a uno lo estafen o tenga que regalar su trabajo (o, en el peor de los casos, abandonar el empleo que se tiene).

    Contestar
    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Gracias Omar por compartir con noostros tus experiencias personales. Estoy segura que serán muy útiles a muchas personas.
      Isabel

      Contestar
  3. Tyrone 7 años atrás

    Muy interesante tu experiencia y reflexión. A mi no me sorprende ya encontrarme a «personajes» carentes de ética y escrúpulos. Ya forma parte del día a día, para empezar no hay más que ver las noticias, o preguntarse cómo surgió la crisis. Pero siempre conforta saber que no todo el mundo es así.
    Saludos.

    Contestar
  4. María 7 años atrás

    Muy interesante tu experiencia ya que yo comparto otra experiencia similar.
    Trabajé para Prodiversa, una ONG de Málaga, en la que se aprovechan de las personas en riesgo de exclusión social para su propio beneficio. Es una vergüenza haber trabajado allí, pero defendí mi ética profesional defendiendo a las personas sin recursos y siendo honesta con mi trabajo. Eso es con lo que me quedo.

    Contestar
    • Isabel Iglesias 7 años atrás

      Vaya María! lamento tu experiencia. No es la primera vez que escucho situaciones así precisamente de organizaciones que supuestamente deberían ser mucho más coherentes con sus valores.
      Gracias por pasarte por el blog!
      Isabel

      Contestar
  5. GLOBAL-CONSTRUCCION 7 años atrás

    […] a través de Vendo humo, ¿quieres? — descubriendo talento […]

    Contestar
  6. […] ser capaces, si queremos adaptarnos al nuevo escenario, de cuidar y trabajar ambas. Y sobre todo, que haya coherencia entre lo online y lo offline. Si somos profesionales capaces, y contamos con las competencias demandadas, debemos estar […]

    Contestar

Publica un comentario

Tu email no se publicará.